sábado, 6 de marzo de 2010

La semiótica de Peirce

El estudio de los signos. Peirce y Saussure
Buenos Aires. Eudeba. 2002.

por Alejandra Vitale

Capítulo 1. La semiótica de Peirce


Charles Sanders Peirce elaboró una extensa obra de carácter fragmentario (reunida en los Collected Papers[1]) la que siempre buscó construir y fundamentar una teoría de los signos como el marco para una teoría del conocimiento. La semiótica de Peirce tiene una perspectiva filosófica pues constituye una teoría de la realidad y del conocimiento que podemos tener de ella por el medio exclusivo del que disponemos: los signos, el único pensa­miento que puede conocerse -sostiene Peirce— es pensamiento en los signos, y como un pensamiento que no pueda conocerse no existe, todo pensamiento debe existir necesariamente en los signos. Dicho de otro modo, no podemos pensar sin signos.

Para Peirce la semiótica es equiparable a la lógica; por ello afirma[2]:

"La lógica, en su sentido general, es, como creo haberlo demostrado, otro nombre de la semiótica (), la doctrina cuasi-necesaria, o formal, de los signos"[3].

La semiótica entendida como otro nombre de la lógica tiene por objeto de estudio a la semiosis, palabra que Peirce toma del filósofo epicúreo Filodemo, para el que ella es una inferencia a partir de signos. La semiosis, el instrumento de conocimiento de la realidad, es siempre para Peirce un proceso triádico de inferencia mediante el cual a un signo (llamado representamen) se le atribu­ye un objeto a partir de otro signo (llamado interpretante) que remite al mismo objeto.[4] Si alguien ve en la puerta de un negocio la imagen de una cruz color verde (representamen), por ejemplo, comprende que allí hay una farmacia (objeto) a partir de un pro­ceso semiótico de inferencia que consiste en que el primer signo (representamen) despierta en su mente otro signo, como la pala­bra "farmacia" (interpretante), que lo lleva a conectar el primer signo (representamen) con el objeto farmacia. Como se desprende de este ejemplo, la semiosis es una experiencia que hace cada uno en todo momento de la vida, mientras que la semiótica cons­tituye la teoría de esa experiencia, cuyos componentes formales son el representamen, el objeto y el interpretante.

1. 1. El signo

El signo en Peirce recibe el nombre técnico de representamen. El representamen es una "cualidad material" (una secuencia de letras o de sonidos, una forma, un color, un olor, etc.[5]) y que está en el lugar de otra cosa, su objeto, de modo que despierta en la mente de alguien un signo equivalente o más desarrollado al que se denomina interpretante, que aclara lo que significa el representamen y que a su vez representa al mismo objeto. En un diccionario, por ejemplo, la secuencia de letras "perro" (la palabra cuyo significado se busca) constituye un representamen que está en el lugar de un objeto al que representa (provisoriamente pen­semos en los perros de la realidad), y la definición que la acompa­ña, constituida a su vez por signos -otras secuencias de letras-, funciona como el interpretante que establece el significado del representamen. La señal caminera conformada por un círculo rojo con una línea blanca horizontal colocada en la esquina de una calle es otro representamen que representa un objeto, en este caso el hecho de que allí cambia la dirección de los vehículos, cuyo interpretante es otro signo, como el de la lengua española "dirección prohibida".

Peirce mismo define al signo del siguiente modo:

"Un signo o representamen, es algo que, para alguien, repre­senta o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un signo más desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo el interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el fundamento del representamen. 'Idea' debe entenderse aquí en cierto sentido platónico, muy familiar en el habla cotidiana; quiero decir, en el mismo sentido en que decimos que un hombre capta la idea de otro hombre, en que decimos que cuando un hombre recuerda lo que estaba pensando anteriormente, recuerda la misma idea, y en que, cuando el hombre continúa pensando en algo, aun cuando sea por un décimo de segundo, en la medida en que el pensamiento concuerda consigo mismo du­rante ese lapso, o sea, continúa teniendo un contenido similar. Es ‘la misma idea', y no es, en cada instante del intervalo, una idea nueva"[6].

Esta definición implica que existen tres condiciones para que algo sea un signo:

1. Condición necesaria pero no suficiente: el signo debe tener cualidades que sirvan para distinguirlo, por ejemplo una pala­bra debe tener un sonido particular diferente del sonido de otra palabra. Pero no basta percibir un sonido para reconocer­lo como signo.

2. Segunda condición necesaria pero no suficiente: el signo debe tener un objeto, aunque la relación del representamen con el objeto no basta para hacer de uno el signo de otro. Para ello es necesario un interpretante.

3. Tercera condición necesaria y suficiente: la relación semiótica debe ser triádica, comportar un representamen que debe ser reconocido como el signo de un objeto a través de un interpretante[7].

A continuación, comentaremos la definición del signo dada por Peirce precisando las nociones de interpretante, objeto y fundamento.

1.1.1. El interpretante

Sobre el interpretante, Eco (1986:85; 2000:116)[8] aclara que es otro signo, o sea otra representación, que se refiere al mismo objeto que el representamen y que puede asumir diversas formas:

* Un signo equivalente de otro sistema semiótico. Por ejemplo, el interpretante de la palabra "perro" puede ser el dibujo de un perro, es decir un signo de otro sistema semiótico respec­to del lenguaje verbal al que pertenece dicha palabra. El dedo índice que apunta a un objeto, aunque se sobreen­tiende que se trata de "todos los objetos como éste". En el caso de la palabra "perro" en tanto representamen, el interpretante puede ser entonces el dedo índice que apunta hacia un perro.

* Una definición ingenua o científica formulada en el mismo siste­ma de comunicación, en la misma lengua que en la que es construido el representamen. Por ejemplo, para el representamen "sal" el interpretante puede ser "cloruro de sodio". La traducción del término a otra lengua. Por ejemplo, el interpretante de la palabra del español "perro" puede ser la palabra del inglés "dog". Peirce mismo se refiere a esta posi­bilidad cuando sostiene que "sí buscamos la palabra 'homme' en un diccionario francés-inglés, veremos frente a la palabra 'homme' la palabra 'man' que representa 'homme' como re­presentando la misma criatura bípeda que 'man' mismo representa.[9] En este caso, la palabra del inglés "man" funcio­na como el interpretante de la palabra del francés "homme". La traducción del término a otro de la misma lengua mediante un sinónimo. Por ejemplo, "remedio" para "medicamento".

* Una asociación emotiva con un valor fijo. Por ejemplo, el interpretante de la palabra "perro" puede ser "fidelidad".

En verdad, en todos los ejemplos anteriores podemos pensar la interpretación de un signo como la entiende Peirce: la traduc­ción de un signo en otro signo, el interpretante, que se correspon­de con el significado del primer signo. De allí que conciba al signi­ficado de un signo como "el signo al que éste debe traducirse" y afirme que el significado "es, en su acepción primaria, la traduc­ción de un signo a otro sistema de signos".[10]

Hasta aquí hemos tratado al interpretante sin considerar en él diversos tipos, pero siguiendo a Peirce se pueden distinguir tres interpretantes de un signo: el interpretante inmediato, el interpretante dinámico y el interpretante final.

a. El interpretante inmediato

El interpretante inmediato es el interpretante pensado como el concepto o significado que comporta todo signo independien­temente de su contexto y de las circunstancias de su enuncia­ción.[11] De allí que Peirce sostenga:

"Mi Interpretante Inmediato es, en mi opinión, un concepto (...) Podría describir mi Interpretación Inmediata como parte del efecto del Signo que basta para que una persona pueda decir si el Signo es o no es aplicable a algo que esa persona conozca suficientemente (...) Mi Interpretante Inmediato está implícito en el hecho de que cada Signo debe tener su Interpretabilidad pe­culiar antes de obtener un Intérprete (...) El Interpretante inme­diato es una abstracción: consiste en una Posibilidad".[12]

El interpretante inmediato en tanto concepto permite relacio­nar un signo con un objeto sin considerar una situación comunicativa concreta en la que dicho signo aparezca, por ello Peirce afirma que se trata de una abstracción y de una posibilidad. El interpretante inmediato de la palabra "fuego", por ejemplo, es la parte del signi­ficado que se mantiene más allá de que sea dicha en un grito ante un incendio o en un pedido para encender un cigarrillo.

b. El interpretante dinámico

Se trata del efecto particular que un signo provoca en la men­te de un intérprete en una situación concreta de enunciación, en un contexto determinado de utilización. Por ello Peirce sostiene:

"Mi Interpretante Dinámico consiste en el efecto directo real­mente producido por un Signo en su Intérprete (...) Mi Interpretante Dinámico es aquel que es experimentado en cada acto de interpretación, y en cada uno de éstos es diferente de cualquier otro (...) El Interpretante Dinámico es un evento sin­gular y real".[13]

El interpretante dinámico es un efecto particular produci­do por el signo en un "aquí y ahora" que lo vuelve un aconte­cimiento singular y real, frente a la abstracción y la posibilidad que atañen al interpretante inmediato. Este efecto singular pro­vocado por el signo en un acto de comunicación específico puede ser de naturaleza diversa: un sentimiento o una emo­ción, una acción, una idea o un pensamiento, incluso un razo­namiento, etc. De esta manera, el interpretante dinámico de la palabra "fuego" gritada ante un incendio, por ejemplo, puede ser tanto sentir terror, salir corriendo o pensar en llamar a los bomberos.

Como afirma Deladalle (1996), este interpretante presupone a los otros dos tipos de interpretantes (inmediato y dinámico). El interpretante final (también llamado "normal") es el interpretante pensado como un hábito que hace posible la interpretación recu­rrente y estable de un signo. Por un lado, se trata del hábito que consiste en atribuir a un representamen un objeto y, por otra parte, del interpretante que despierta la unanimidad de los eruditos en un campo del conocimiento.[14] El interpretante "ser humano adulto fe­menino" para el representamen "mujer", por ejemplo, es final por­que es un interpretante habitual y recurrente que atribuye de modo estable a dicho representamen un objeto. El interpretante "H2O" para el representamen "agua" es asimismo un interpretante final, pues concita el consenso entre los expertos.

La siguiente definición dada por Peirce del interpretante final destaca las consideraciones anteriores, es decir, que el interpretante final permite que ante un signo "cualquier mente" llegue a un "único resultado interpretativo":

"Mi Interpretante Final sería (...) el efecto que el Signo produciría sobre cualquier mente sobre la cual las circunstancias permi­tirían que pudiera ejercer su efecto pleno. Es el único resultado interpretativo al que cada intérprete está destinado a llegar si el signo es suficientemente considerado".[15]

Citando a Peirce, Eco (1981: 63) especifica que un hábito es "una tendencia a actuar de manera similar en circunstancias futuras similares" y que "el interpretante final de un signo es este hábito como resultado". Por ello, el interpretante final es también la regularidad en la disposición a actuar en el mundo y a intervenir en las cosas que un signo despierta en su intérprete. El interpretante final del signo conformado por la luz roja del semáforo, entonces, será el hábito de detenerse.

El interpretante inmediato (el interpretante pensado como concepto), el interpretante dinámico (el interpretante pensado como electo real en el intérprete) y el interpretante final (el interpretante pensado como hábito) son distinguidos por Peirce desde un punto de vista teórico, pero son tres instancias de la interpretación de un signo que funcionan simultáneamente en un acto de semiosis.

1.1.1.1. El principio del pragmatismo

En un primer momento, Peirce utilizó el término "pragmatismo" para referirse a su principio según el cual la creen­cia en la verdad de un concepto determina hábitos de conducta. La adopción de esta palabra por parte del filósofo William James para calificar una propuesta filosófica con elementos opuestos a "la sana lógica" según Peirce, hizo que la sustituyera por "pragmaticisino". Sobre el principio del pragmatismo o pragmaticisino, sostiene:

"Dado que empleé la palabra Pragmatismo, y como tendré una vez más la ocasión de emplearla, tal vez sería bueno que la explique. Hace alrededor de cuarenta años, mis estudios sobre Berkeley, Kant y algunos otros -después de haberme convencido de que todo pensamiento se hace mediante Signos y que la medi­tación adopta la forma de un diálogo, de modo que conviene hablar de la significación de un concepto- me condujeron a la conclusión de que para adquirir el dominio completo de esta significación es necesario, en primer lugar, aprender a reconocer este concepto bajo toda suerte de disfraces, familiarizándose lo más posible con el mayor número de casos de ese concepto. Pero esto, después de todo, no implica que se lo comprenda verdaderamente; de modo que es necesario, además, que haga­mos de él un análisis tan completo como sea posible. Pero in­cluso así es aún posible que no tengamos una comprensión viva, y el único modo de completar nuestro conocimiento de su naturaleza es descubrir y reconocer cuáles son exactamente los hábitos generales de conducta que una creencia en la verdad del concepto (de cualquier tema y en cualquier circunstancia concebibles) desarrollaría razonablemente; es decir, qué hábitos resultarían en última instancia de una consideración suficiente de esta verdad"[16]

La creencia en la verdad del concepto de estufa como obje­to que Calienta un ambiente, por ejemplo, desarrolla el hábito de conducta que consiste en prender una estufa cuando hace frío. Se entiende así eme Peirce afirme que para el pragmatismo "el Interpretante Inmediato de todo pensamiento propio es la Con­ducta"[17] y que "el pragmatismo hace que la esencia de cada concepto sea presentada dentro de una influencia sobre posi­bles conductas".[18]

El espíritu genuino del pragmatismo, entonces, consiste para Peirce en considerar que el Significado lógico de los conceptos se encarna en hábitos generales de conducta. Desde este punto de vista, el pragmatismo sostiene que lo que nosotros pensamos debe ser entendido en términos de aquello que estamos dispuestos a hacer, por lo que Peirce plantea que la lógica, doctrina de lo que debemos pensar, debe ser una aplicación de la doctrina de lo que decidimos deliberadamente hacer, y, por consiguiente, una apli­cación de la ética (la que, a su vez, adquiere el verdadero sentido de sus operaciones gracias a la lógica).[19]

1.1.2 El objeto

Peirce hace hincapié en que para que algo sea un signo "debe 'representar', como solemos decir, a otra cosa, llamada su Objeto". Sobre el sentido que le otorga a la noción de representar, afirma:

"Estar en lugar de otro, es decir, estar en tal relación con otro que, para ciertos propósitos, sea tratado por ciertas mentes como si se fuera ese otro. Consecuentemente, un vocero, un diputado, un apoderado, un agente, un vicario, un diagrama, un síntoma, un tablero, una descripción, un concepto, una premisa, un testi­monio, todos representan alguna otra cosa, de diversas maneras, para mentes que así los consideran. (...) Cuando se desea distin­guir entre aquello que representa y el acto o relación de repre­sentar, lo primero puede ser llamado el 'representamen' y lo segundo la 'representación'".[20]

Peirce sostiene que para atenuar las dificultades de su estudio, se referirá a los signos como si tuvieran un único objeto, pero aclara que un signo (como una oración o un texto) puede tener más de un objeto. En estos casos, se referirá a un "objeto complejo":

"Un Signo puede tener más de un Objeto. Así, la oración 'Caín mató a Abel', que es un Signo, se refiere tanto a Caín como a Abel, si no se considera -como se debería- que se tiene un 'matar' como tercer Objeto. Pero puede considerarse que el conjunto de Objetos constituye un único Objeto complejo. En lo sucesivo, y a menudo en otros futuros textos, los Signos serán tratados como si cada uno tuviera únicamente un solo Objeto, a fin de disminuir las dificultades del estudio".[21]

A su vez, Peirce distingue en el objeto dos tipos: el objeto inmediato (interior a la semiosis) y el objeto dinámico (exterior a la semiosis):

"Esto es, debemos distinguir el Objeto Inmediato, que es el Objeto tal como es representado por el Signo mismo, y cuyo Ser es, entonces, dependiente de la Representación de él en el Signo; y, por otra parte, el Objeto Dinámico, que es la Realidad que, por algún medio, arbitra la forma de determinar el Signo a su Representación".[22]

Pensemos en el planeta Venus como objeto dinámico en el sentido que le da Peirce en la cita anterior, un objeto de la realidad considerado fuera de la relación semiótica, independiente del modo en que un signo lo representa. Dicho planeta suele ser designado, según la época del año, mediante dos expresiones: "el lucero matutino" o el "lucero vespertino". Estas dos expresiones repre­sentan a un mismo objeto dinámico (el planeta Venus) de distinto modo: se trata de la construcción semiótica de dos objetos inme­diatos diferentes[23].

Expresiones referenciales como las nombradas son de gran utilidad para ilustrar las nociones de objeto inmediato y objeto dinámico porque manifiestan cómo los signos (en el ejemplo dado, las palabras) construyen semióticamente los objetos de la realidad a los que representan, en muchos casos (si no en todos) guiados por consideraciones ideológicas. De esta manera, un mismo objeto dinámico, como el ex presidente argentino Juan Domingo Perón, fue en la Argentina construido en tanto objeto inmediato de modo negativo por la expresión "el tirano prófu­go" en los círculos antiperonistas luego de 1955, mientras que entre sus adeptos fue representado antes de su caída con la expresión "el primer trabajador".

Según Peirce, el objeto dinámico tiene una existencia inde­pendiente respecto del signo que lo representa pero para que el signo pueda representarlo, este objeto debe ser algo conocido para el intérprete, es decir, debe tener de él un conocimiento colateral que es el resultado de semiosis anteriores:

'Objeto es aquello acerca de lo cual el Signo presupone un conocimiento para que sea posible proveer alguna información adicional sobre el mismo. No dudamos que habrá lectores que digan que no pueden aprehender esto. Ellos pensarán que un Signo no necesita estar relacionado con algo ya conocido de otra manera y creerán que no tiene ni pies ni cabeza afirmar que todo Signo debe relacionarse con un Objeto conocido. Pero si existiera 'algo' que transmitiera información y, sin embargo, no tuviera ninguna relación ni referencia respecto de alguna otra cosa acerca de la cual la persona a quien llega esa información careciera del menor conocimiento, directo o indirecto -y por cierto que sería esa una muy extraña clase de información-, el vehículo de esa clase de información no sería llamado, en este trabajo, un Signo".[24]

La exigencia de que el objeto debe ser algo conocido, ya pensado, para que el signo pueda representarlo y dar informacio­nes suplementarias de él, lleva a Peirce a afirmar que el objeto tiene también la naturaleza de un signo, dado que pensamiento y signo son en Peirce equivalentes:

"Todo signo está puesto para un objeto independiente de él mismo, pero no puede ser un signo de ese objeto sino en la medida en que éste tiene él mismo la naturaleza de un signo, del pensamiento".[25]

En síntesis, el objeto dinámico es el objeto de una realidad que tiene una existencia independiente de la semiosis, pero para que el signo pueda decir algo de él es necesario que ya haya sido objeto de semiosis anteriores a partir de las que el intérprete tiene un conocimiento de dicho objeto, que es, por ello, concebido también como un signo. De esta manera, en un último análisis lógico los tres componentes formales de la semiosis (representamen-objeto-interpretante) son signos.

1.1.3 El fundamento

Peirce afirma que el signo representa a su objeto "no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea", que ha llamado el fundamento[26] del representamen. Dicho fundamento es uno o varios rasgos o atributos de un objeto que permiten identificarlo, es decir, los rasgos distintivos que lo diferencian de otros objetos. Las expresiones antes mencionadas "el lucero ma­tutino" y "el lucero vespertino", en tanto representámenes, repre­sentan al planeta Venus sobre la base de fundamentos diferentes (según la época del año): el primer representamen selecciona del objeto (Venus) el rasgo distintivo "matutino" y el segundo representamen selecciona del mismo objeto (Venus) el rasgo dis­tintivo "vespertino".

Estas mismas expresiones fueron usadas para ejemplificar cómo un mismo objeto dinámico (en este caso el planeta Venus) es representado con dos representámenes que construyen objetos inmediatos diferentes, lo que ahora podemos comprender mejor al advertir que es el fundamento del representamen lo que cons­truye al objeto inmediato, es decir que el signo instituye al objeto inmediato por medio del fundamento. De allí que Eco (1980:82) afirme que el fundamento es "un atributo del objeto en la medida en que dicho objeto se ha seleccionado de determinada manera y sólo algunos de sus atributos se han elegido como pertinentes para la construcción del objeto inmediato del signo".

Por otra parte, Eco (1981:51) ha planteado la hipótesis de que el fundamento es un componente del significado del signo, entendido como la suma de rasgos semánticos que caracterizan su contenido. Esto es así porque estos rasgos semánticos, como 'hu­mano', 'femenino', 'adulto' para el significado del signo "mujer", son a su vez los rasgos distintivos, atributos que diferencian al objeto mujer de otros objetos, es decir, el fundamento de dicho signo. Para Eco, entonces, más allá de su distinción formal, el fun­damento, el significado y el interpretante de un signo "son, de hecho, una misma cosa", pues sería imposible definir al funda­mento si no es en cuanto significado, y definir algún significado como no sea en forma de una serie de interpretantes.



1.1.4 La semiosis infinita

Los componentes formales de la semiosis, dijimos, son el representamen, el objeto y el interpretante. Dado que el interpretante es también un signo, está en lugar de un objeto y remite a su vez a un interpretante. Este interpretante es, asimismo, un signo, que está en el lugar de un objeto y está ligado a un interpretante, que es un signo, y así de modo ilimitado. Por esto Peirce afirma que un signo es:

"Cualquier cosa que determina a otra cosa (su interpretante) a referirse a un objeto al cual ella también se refiere (su objeto) de la misma manera, deviniendo el interpretante a su vez en signo, y así sucesivamente ad infinitum".[27]

Un signo, por lo tanto, no está aislado, sino que integra una cadena de semiosis: cada signo es a la vez interpretante del que lo antecede e interpretado por el que le sigue. Como todos los pen­samientos son signos, también se remiten unos a otros:

"Todos los pensamientos deben dirigirse ellos mismos a otros pensamientos, puesto que tal es la esencia del signo".31

A su vez, como todo conocimiento es una relación entre sig­nos, Peirce postula que todo conocimiento está determinado por otros conocimientos:

"No se puede poseer ningún conocimiento que no esté determi­nado por un conocimiento anterior" [28]

Magariños de Morentín (1983: 86) destaca el aporte que la teoría de Peirce hace a la epistemología contemporánea:

"El conocimiento tiene siempre por objeto a otro conocimiento y nunca a la realidad en su pretendida pureza de no modificada todavía por el pensamiento. Si, por tanto, el objeto de todo signo debe ser algo ya conocido, es que también es signo. El sentido recurrente del concepto de signo es uno de los aportes más fructíferos de Peirce a la epistemología contemporánea".[29]

Puesto que un interpretante es en general un signo más desa­rrollado que el representamen, la cadena de la semiosis infinita determina un paulatino aumento del conocimiento sobre un obje­to. ¿Pero toda semiosis es infinita? En verdad, la semiosis es virtualmente infinita, por eso hay que distinguir entre la semiosis infinita y la denominada "semiosis en acto", que le pone un término pro­visional a la cadena cuando un interpretante final designa el obje­to de un representamen en un acto semiótico particular.[30]

1.2. Las ramas de la semiótica

El hecho, dice Peirce, de que cada representamen se conecte con tres cosas (el fundamento, el objeto y el interpretante) hace que la ciencia semiótica tenga tres ramas:

1. La gramática pura. Su finalidad es averiguar qué es lo verda­dero en el representamen utilizado por toda inteligencia cien­tífica como para que aquel pueda encarnar un significado. Por ello, la gramática pura busca responder a la siguiente pregunta: ¿cómo debe ser el representamen para poder encarnar al significado?

2. La lógica propiamente dicha. En palabras de Peirce, "es la ciencia de lo que es cuasi-necesariamente verdadero de los representámenes de cualquier inteligencia científica para que puedan ser válidos para algún objeto, esto es, para que pue­dan ser ciertos. Vale decir, la lógica propiamente dicha es la ciencia formal de las condiciones de verdad de las represen­taciones".[31] Por esto la lógica responde a la siguiente pregun­ta: ¿en qué sentido es verdadero que un representamen esté en lugar de un objeto?

3. La retórica pura. Tiene como finalidad "determinar las leyes mediante las cuales, en cualquier inteligencia científica, un signo da nacimiento a otro, y, especialmente, un pensamien­to da nacimiento a otro pensamiento".[32] La retórica pura con­cierne así al aumento "lógico" del conocimiento.

1. 3. Las categorías

La concepción triádica del signo en Peirce (representamen-objeto-interpretante) tiene como origen la división triádica de las categorías, que son el objeto de reflexión de lo que Peirce deno­mina alternativamente según sus diferentes escritos faneroscopía, fenomenología o ideoscopía.

El término faneroscopía deriva de fanerón, equivalente a lo que los filósofos ingleses llamaron "ideas", entendido por Peirce como "todo lo que está presente en la mente, del modo o en el sentido que sea, corresponda a algo real o no".[33] De allí que Peirce sostenga;

"Lo que yo llamo 'faneroscopía' es la descripción de lo que está frente a la mente o en la conciencia, tal como aparece'".[34]

Las tres categorías que postula Peirce son tres modos de ser del fanerón, tres maneras en que el fanerón está presente en la mente, o en otras palabras, tres puntos de vista sobre él. Peirce sostiene que todos los fanerones (o ideas) pueden ser pensados desde tres categorías: la Primeridad, la Segundidad y la Terceridad.

La categoría de primeridad implica considerar a algo tal como es sin referencia a ninguna otra cosa; a su vez, la primeridad se vincula con las ideas de libertad, posibilidad, indeterminación, comienzo, no­vedad. Pensemos, como propone Savan (1980), en una serie: el primero es libre e indeterminado porque se puede tomar cualquier cosa como punto de partida, como comienzo de la serie (puede ser, por ejemplo, el número 5 o cualquier otro). Peirce da como ejemplo de primero a la cualidad tomada independientemente de cualquier realización existencial; en tanto tal, es una pura posibilidad indetermi­nada, como la dureza, lo áspero, el rojo o cualquier otro color antes de estar manifestados en un objeto. En el signo, el representamen (cualidad) se corresponde con la categoría de primeridad.

La categoría de segundidad implica considerar a algo tal como es pero en relación con otra cosa, es decir, establecer una relación diádica que no involucre a una tercera cosa. Peirce vincula la cate­goría de segundidad con la idea de existencia y de hecho en bruto. Como ejemplos de segundo, se refiere a la caída de una piedra en tanto hecho bruto, considerado como relación diádica entre la piedra y la tierra, en cuanto asunto exclusivo de la piedra y de la tierra en un momento determinado. Si pensamos en una serie, el primero, en sí mismo, es sólo la posibilidad de la serie, es el segundo quien introduce la existencia de ella. Pero si algo fuese analizado sólo en términos de primeridad y de segundidad, ni la ley, ni la regularidad existirían: en una serie el segundo podría ser cualquier cosa (por ejemplo el número 6 o cualquier otro), y esta­ríamos ante una serie azarosa. En el signo, el objeto se correspon­de con la categoría de la segundidad, la de existencia, pero si nos limitáramos a la relación diádica entre un primero (el representamen) y un segundo (el objeto) nos encontraríamos ante una relación sin regularidad.

La categoría de terceridad es la que hace posible la ley y la regularidad. En una serie, es el tercero el que introduce una pro­gresión regular no azarosa mediante una ley (por ejemplo, "n + 1"). En el signo, el interpretante se corresponde con la categoría de terceridad,[35] pues constituye una ley que pone en relación a un primero (el representamen) con un segundo (el objeto) con el que él mismo está en relación; de allí que Peirce afirme:

"En su forma genuina, la Terceridad es la relación triádica que existe entre un signo, su objeto y el pensamiento interpretador, que es en sí mismo un signo, considerada dicha relación triádica como el modo de ser de un signo".[36]

El interpretante, como tercero, incorpora una auténtica rela­ción triádica, pues establece: a. La relación del primero (representamen) con el segundo (objeto); b. Su propia relación con el segundo (objeto); c. El hecho de que la relación entre el primero (representamen) y el segundo (objeto) es la misma que la del segundo (objeto) con el tercero (interpretante).

Los tres constituyentes de la semiosis, el representamen, el objeto y el interpretante, son a su vez tricotomizados por Peirce sobre la base de las tres categorías faneroscópicas, a partir de lo que se obtienen nueve tipos de signos:


PRIMERIDAD

SEGUNDIDAD

TERCERIDAD

REPRESENTAMEN

Cualisigno

Sinsigno

Legisigno

OBJETO

Ícono

Índice

Símbolo

INTERPRETANTE

Rema

Dicente

Argumento


[1] Los primeros seis volúmenes de los Collected Papers fueron publicados por la Harvard University Press entra 1931 y 1935, bajo la dirección de Charles Hartshorne y Paul Weiss. En 1958 se publicaron los siguientes dos volúmenes, bajo la dirección de Arthur Burks. Peirce intercambió durante nueve años gran cantidad de cartas con Lady Welby, en las que comentaron sus respectivas teorías sobre los signos y criticaron conjuntamente la obra de Bertrand Russell Principia Mathematica. Esta correspondencia fue publicada completa en 1977 bajo el título Semiotica and Significt. The Correspondence between Charles S. Peirce and Lady Welby (Indiana University Press).

[2] Aristóteles, los estoicos, los epicúreos y los escépticos también consideraban a la semiótica como otro nombre de la lógica.

[3] Ver Peirce (1986: 21)

[4] Aunque la inferencia casi siempre sea consciente, la teoría de la inferencia semiótica de Peirce es una teoría lógica y no psicológica.

[5] Magariños de Morentín (1983: 84) sostiene que "el término ‘representamen' (...) indica la existencia de la forma perceptual en que el signo consiste (próximo, por lo tanto, al ‘significante’ saussureano.

[6] Ver Peirce (1986: 22).

[7] Ver Deladalle (1996: 137).

[8] El año consignado en todas las remisiones bibliográficas es el de las ediciones consultadas, El año de las ediciones originales se aclara en la bibliografía.

[9] Citado en Deladalle (1996: 126).

[10] Citado en Eco (1981: 48). Jakobson (1985), por su parte, se basa en Peirce en sus reflexiones lingüísticas sobre la traducción.

[11] Ver Savan (1980; 19).

[12] Ver Peirce (1986: 109-110).

[13] Ver Peirce (1986: 109).

[14] Seguimos aquí a Deladalle (1990: 103).

[15] Ver Peirce (1986: 110).

[16] Citado en Deladalle (1996: 207).

[17] Ver Peirce (1986: 67).

[18] Ver Peirce (1986: 64).

[19] Ver Sini (1985).

[20] Ver Peirce (1986: 43).

[21] Ver Peirce (1986: 23).

[22] Ver Peirce (1986: 65).

[23] Ilustrar las nociones de objeto dinámico y de ob]eto inmediato con el planeta Venus no es inocente, pues lo usa Frege (1974) para ejemplificar sus nociones de beiideuluiig y jftirt. Como afirma Deladalle (1996: 166), el objeto dinámico es equiparable al beudeúlung (objeto representado) y el objeto inmediato al stmt (modo de presentación del objeto).

[24] Ver Peirce (1986: 24).

[25] Citado en Deladalle (1996: 141).

[26] El término inglés que usa Peirce para referirse al fundamento es "ground".

[27] Ver Peirce (1986: 59).

[28] Citado en Deladalle (1996: 25).

[29] Citado en Sini (1985: 27).

[30] Ver Deladalle (1996: 103).

[31] Ver Peirce (1986: 23).

[32] Ver Peirce (1986: 23).

[33] Citado en Deladalle (1996: 59).

[34] Citado en Deladalle (1996: 59). En cuanto a la ideoscopía, Peirce (1986: 86) la define como "la descripción y clasificación de las ideas que pertenecen a la experiencia ordinaria o que surgen naturalmente en co­nexión con la vida cotidiana, sin tener en cuenta su grado de validez, ni sus aspectos psicológicos".

[35] Peirce también sostiene que la terceridad es el pensamiento mediador que pone en relación un primero con un segundo.

[36] Ver Peirce (1986: 92).

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